jueves, 15 de diciembre de 2011

Sin vida

         Clara fue la primera. Iba andando al lado de su madre, agarrando su conejito de trapo con sus pequeñas manos regordetas, cuando cayó desplomada de repente. Sin emitir ningún ruido, sin ninguna expresión de dolor ni ningún aviso. Simplemente su cuerpo perdió la vida y cayó, tan fofo como el de su peluche.

         Su madre la agitaba suavemente y la llamaba cada vez con más fuerza, hasta que su llamada se convirtió en un grito de pura desolación. La gente se iba congregando lentamente alrededor del espectáculo, con interés y preocupación.

         Y entonces cayó otro. La gente se apartó de su lado gritando asustada. Y cayó otro. Y otro. Y otro. Mientras cundía el pánico y la gente echaba a correr en todas direcciones, cuerpos sin vida se desplomaban por doquier. No había donde huir. La muerte, tras eones con el mismo cruel e ingrato trabajo, se había vuelto loca y andaba por las calles segando almas con su guadaña.
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