miércoles, 18 de septiembre de 2013

El hombre lobo

              La luna estaba a punto de salir. Nervioso, comprobó que todos los cerrojos de la puerta estuvieran echados y la ventana tapiada. De repente, un latigazo de dolor lo dejó postrado en el suelo. Ya empezaba. Sus escuálidos músculos se fueron hinchando grotescamente, su pálida piel se fue cubriendo por un vello más y más espeso, que se fue extendiendo por todo su cuerpo. Un dolor lacerante le recorrió la columna, obligándole a encorvarse y apoyar sus manos, ahora ya casi garras, en el suelo.

                Escrutó con sus ojos amarillos la estancia a oscuras. No había absolutamente nada. Se lanzó furioso contra la puerta, arañándola hasta que las garras le sangraron. Lanzó un aullido de frustración, que retumbó dolorosamente en la pequeña habitación sin mobiliario. Empezó a atacar los tablones que tapiaban la ventana. Tenía un hambre atroz. Pronto se dio cuenta que por las orillas era posible agarrar los tablones con los dientes y arrancarlos. Fue abriéndose paso con un ansia voraz. La luz de la luna se filtraba por los huecos que iba abriendo, animándole a seguir. Finalmente se lanzó contra el cristal de la ventana, rompiéndolo en pedazos.

                Atravesó el cristal y cayó a la calle con una suavidad sorprendente, seguido por una lluvia tintineante de brillantes esquirlas de cristal. Estiró su grotesco cuerpo y se dejó embriagar por la abundancia de olores y sonidos, por la magia de la noche. Se relamió los dientes y, con un aullido de satisfacción que resonó bajo la mirada de la luna, se lanzó a la caza.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Tachán!! Y reaparecí

Hola!!

El pobre blog lleva eones acumulando polvo virtual (sorry, sorry, sorry). Supongo que a estas alturas los pocos seguidores que tuviera en su día se habrán esfumado. Pero bueno, por ahora haré una reaparición (no sé como de larga).

Para el que le interese (osea nadie, pero yo lo cuento), me quité de medicina y ahora he empezado biología en Alicante. Bueno, en San Vicente del Raspeig (que está al lado, pero no tiene playa). El caso es que como yo si no hago algo por las tardes me aburro como una ostra me apunté a un cursillo (illo illísimo, solo duraba una semana, por desgracia) de escritura creativa. Mucho de los relatos que de ahí salieron son bastante cutres (o pura basura), pero hay algunos de los que me siento relativamente orgulloso. Así que los colgaré aquí, y si luego escribo algo más pues también. Cómo ya no uso ni usaré el blog para reseñas (para eso tengo mi cuenta en goodreads) me parece que una vez se acaben los relatos y poemas del curso las entradas van a estar muuy separadas. 

En fín, vamos a lo que vamos, he aquí el primer relato. La primera actividad estaba basada en el relato corto "No se culpe a nadie" de Julio Coltázar. Tenía que tratar sobre un objeto asesino (a mí me tocó la esponja),  Este es el resultado: 

Objetos asesinos: La esponja       

  (Chan, chan, chaaaann...)


                Estaba duchándome tranquilamente. Disfrutando del agua tibia sobre mi piel. Cerré el grifo y me agaché a coger la esponja. Me fui enjabonando por todo el cuerpo. Era una esponja nueva y la notaba un poco áspera, pero no le di importancia. Hasta que llegué a la cara y de repente se quedó atascada. Tiré más fuerte, pero nada, no se movía. Tampoco podía retirar la mano, era como si estuviera pegada a la esponja. ¡¿Qué estaba pasando?! Nervioso, empecé a hiperventilar y un poco de jabón se me metió en la boca, lo que me hizo toser. El nerviosismo dio paso al pánico. Sentía como si la esponja estuviera succionando y juraría que se había vuelto más grande, notaba como empezaba a cubrir mi boca. Histérico, tiré con todas mis fuerzas. Conform
e la arrancaba de mi cara sentí el dolor más insoportable que había sentido en mi vida. Vi la esponja ensangrentada en mi mano, con la piel arrancada colgando. La sangre chorreaba abundantemente por mi cuerpo. Me empecé a marear y, tambaleándome, traté de salir de la ducha, pero me fallaron las fuerzas. Intenté agarrarme a algo. No llegué a notar el impacto de mi cara contra el suelo, ni oí el ruido metálico de la barra de la cortina al caer.

                Así acabó mi vida: Tirado desnudo en medio del cuarto de baño. Cubierto de sangre y con media cara desgarrada, mientras una esponja escarlata se iba extendiendo por mi antebrazo.

bob esponja, asesino
El dibujo no es mío, pero le iba al pelo.

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